Mindfulness: cerebro y corazón para entrenar una conciencia plena

atención plena ideograma chino mindfulness

Mindfulness: cerebro y corazón
para entrenar una conciencia plena

Así es como somos. Acostumbrados a vivir en piloto automático, realizando un sinfín de tareas de manera instintiva, sin tener conciencia del momento presente. El Mindfulness o Atención Plena, representa una herramienta simple pero poderosa para conseguir un mayor equilibrio y calma mental dentro de los elevados y exigentes ritmos de la vida actual.

Nuestra mente está ocupada constantemente con cuestiones del pasado o preocupaciones del futuro. En ella es donde aparecen sin cesar nuestros pensamientos, fantasías, preocupaciones, deseos, enfados; en ella es donde nos proyectamos constantemente hacia el futuro o volvemos al pasado.  Nos perdemos sin parar en este fluir de sensaciones y pensamientos, imprecisos y difíciles incluso de definir.  Pero este mecanismo no ocurre sin razón. Responde al funcionamiento de unas partes del cerebro llamadas Red Neuronal por Defecto, que representa el piloto automático de nuestro cerebro.

Vivimos absorbidos por una constante ocupación en otros tiempos y otros lugares que nos impide mantener la atención sobre dónde estamos, lo que hacemos, sobre nuestras compañías y nuestras conversaciones. No vemos las oportunidades que nos ofrece el presente, porque estamos demasiado (pre)ocupados en pensar en otras cosas. Miramos el móvil durante una conversación como puro acto reflejo, pensamos en tareas o problemas del trabajo mientras nuestros hij@s nos cuentan su mundo fascinante en momentos que no van a volver, nos estresamos realizando una tras otra un sinfín de tareas urgentes que sólo restan tiempo a lo que realmente es importante.

He tenido muchas preocupaciones en mi vida,
y la mayoría de ellas nunca han ocurrido

Pasamos en definitiva casi todo nuestro tiempo preocupándonos por problemas trascendentales que nunca han pasado (y que posiblemente nunca pasarán), en lugar de conectar con lo que nos está ocurriendo en cada momento, escuchando a fondo nuestras sensaciones y nuestras inquietudes. 

Este tren de pensamientos que se define como “rumiación” es el caldo de cultivo de todas las inquietudes, miedos, rabia, tristeza, ansiedad, estrés o agotamiento que a la larga pueden incluso consolidarse causando otros estados de enfermedad más crónicos (físicos y mentales).

Qué es eso del Mindfulness...

Mindfulness es uno de los recientes hallazgos de la medicina y de la psicología, aunque es una técnica que deriva de las prácticas orientales desde hace más de veinte siglos. Muchos trabajos científicos, acogiéndose a esas prácticas, han ido demostrando en los últimos 30 años su utilidad para prevenir y reducir el estrés o el malestar psicológico, como parte de muchos procesos de cambio. Entrenar una conciencia plena permite evitar la sensación de burnout (la de “estar quemados”) y mejorar la actitud negativa que se produce en contextos laborales, en las relaciones o en otras situaciones de la vida (por ejemplo, durante una pandemia... Se basa en la capacidad infinita que nuestro cerebro tiene no solo de aprender, sino de modificar su propia estructura neuronal y actualizar su “manera de funcionar”.

A través del Mindfulness se entrena la capacidad que todos tenemos de conectar con el momento presente, de escuchar nuestro corazón y de observar nuestros pensamientos sin que su flujo incesante nos arrastre sin más… 

En esa escucha es donde, si estamos dispuestos y entrenados, nuestro cerebro y nuestro cuerpo se encuentran. 

Es muy llamativo y curioso como el carácter chino que describe la palabra Mindfulness o Atención Plena es un ideograma que se compone de dos partes, el “ahora” o “presencia”, superpuesto al ideograma de “corazón”. Para los chinos pronunciar la palabra mindfulness (“conciencia plena”) significa pronunciar también “corazón pleno”; hablar de un aspecto sin el otro no permite captar del todo el espíritu, el significado ni la invitación del mindfulness como forma de vida. 

Lo que no es Mindfulness...

En mi caso, cuando el Mindfulness apareció en mi vida, era un momento en el que estaba perdido. El estrés laboral me había llevado a un callejón en el que no veía una salida, y movido por la inquietud y tal vez por la curiosidad tropecé con Mindfulness, y me hice a la idea de que sería la panacea de todos los males, ese descubrimiento increíble que aporta todas las soluciones. Y cuando empecé, no encontré nada de todo esto… y si por un lado es cierto que ya desde el principio me ayudó a encontrar cierto equilibrio y sosiego, al mismo tiempo no paraba de luchar con mis preocupaciones y pensamientos en la búsqueda de un oasis de calma definitiva que no aparecía, volvía constantemente a tener mis inquietudes e incluso me sentía peor porque mis expectativas eran otras y hasta me culpabilizaba por no estar haciéndolo bien…

Pero el instructor de mi primer MBSR insistía mucho en confiar en el proceso y en la práctica, sin buscar nada en concreto; simplemente entrenando el cerebro como entrenamos los músculos con el tiempo vendrían los resultados. Así que manteniendo asiduidad en el entrenamiento cada día, mi propia observación de lo que ocurría fue cambiando y fui poco a poco interiorizando los reales aprendizajes de este proceso.

Y es evidente que estos aprendizajes muy poco tienen que ver con la iluminación definitiva, la salvación de todos los sufrimientos, o un estado de satisfacción perpetuo…. 

He aprendido a dar más valor al tiempo, a los pequeños momentos del día, a los numerosos momentos irrepetibles que vivimos, y a todo lo que habitualmente pasa desapercibido; simplemente he aprendido a darme cuenta cuándo no estoy presente, volviendo a llevar la atención a las cosas tal como son. A través de la atención, he observado el sentido del yo, de mí y lo mío: mi cuerpo, mis sentimientos, mis recuerdos, mis pensamientos, mis puntos de vista, mis opiniones, mi coche, mi casa y conectando con la impermanencia de las cosas a las que nos apegamos y relativizando su importancia. 

He aprendido a mirar con más ecuanimidad hacia los acontecimientos externos y hacia mí mismo a través de una manera consciente, simple, pero poderosa, de gestionar, aceptar, acompañar, abrazar las dificultades de la vida sin identificarme con ellas.

Hacer una pausa, y respirar, antes de actuar...

He aprendido a mejorar mi manera de responder y actuar, acostumbrándome a poner a lado expectativas, juicios, ideas preestablecidas e incluso creencias consolidadas, a hacer una pausa, despejando la mente con una buena respiración y valorando otras posibilidades antes de actuar.

El equilibrio es una condición a la que todos aspiramos. Es una situación de estabilidad en la que todo fluye y todo está en paz, pero no deja de ser un estado muy dinámico, el resultado de un continuo balancearse entre situaciones que nos llevan hacia un lado y nuestra acción que busca oponerse a ellas y las reconduce. 

El equilibrio está sujeto a los cambios y al paso del tiempo, y el entrenamiento y la práctica del mindfulness nos permiten exactamente esto: aprender a reequilibrarnos cada vez que alguna situación nos desequilibra, mantenernos atentos y presentes cada vez que nos damos cuenta de que nuestro ego, el miedo, la rabia, la rumiación, las preocupaciones y la ansiedad nos están llevando a un terreno poco adaptativo y eficaz.

 

En asTara damos mucho valor a la necesidad de estar presentes y conscientes en la vida diaria, y trabajamos el entrenamiento de la atención plena en muchas vertientes: a través de cursos y programas de Mindfulness monográficos o incorporando dinámicas ad-hoc en talleres o retiros de varios días. También creemos en la naturaleza como medio privilegiado para entrenar nuestra atención, y damos mucho valor a actividades en la naturaleza como los Baños de Bosque; en ellos practicamos nuestra capacidad de dirigir nuestra atención hacia el bosque y el entorno, viviendo una experiencia única de conexión con la naturaleza y con nosotro@s mism@s, y contribuyendo a aquella paz y calma mental que vamos buscando.

Leave a Comment